lunes, octubre 20, 2025

Fernando Navarro

 Volver al sótano prodigioso.

Hace más de 20 años vine a Nueva York recién acabada la carrera de Periodismo y viví durante tres meses (lo que me dejaba la visa turista) en este sótano de Jersey. En el fondo, nunca viví en Nueva York sino en Nueva Jersey, tierra de Bruce Springsteen, Los Soprano y Frank Sinatra. Más que suficiente y mucho más barato.
Llegué a este sótano donde me alojó una persona extraordinaria que marcaría mi vida. No le conocía en persona. Y, encima, yo nunca había vivido fuera de mi casa. Fue tan increíble que daría para un libro. Todas las mañanas me iba con mi libreta y mi boli y recorría la ciudad para luego contarla al otro lado del charco en la radio donde había hecho mis prácticas. Por las noches, veía una película clásica en blanco y negro que me ponía mi anfriton, un cinéfilo que se convertiría en mi hermano mayor. No podía ser más feliz.
Decidí volver al acabarse la visa. Dos años después, tras trabajar duro en la radio y en la prensa, ahorré suficiente para regresar durante más de un año. Quemé todo en la experiencia. Viví en la misma calle. En el edificio siguiente al del sótano. Y, encima, lo hice acompañado de la que era mi pareja. Y durante ese tiempo también salía todos los días a la calle con mi libreta y mi boli. También escribí en dos blogs (en uno contaba la ciudad y en otro su música), colaboré en una revista musical, estudié en la universidad NYU de Periodismo y fui oyente de clases dadas por profesionales de The New York Times, New Yorker o NBC. No podía ser más feliz, otra vez.
El tiempo vuela rápido. Y muchas cosas han pasado desde entonces.
No había vuelto al sótano ni a la casa hasta hoy.
Hay fantasmas que se me aparecieron y fue una sensación extraña y poderosa.
En ese sótano y en esa casa, soñé vidas de periodista y escritor y, hoy por hoy, puedo afirmar que me siento muy orgulloso de la que tengo. Pero me gusta más saber que mi madre lo estaría aún más que yo. Y, aún más, que sé que quedan muchas cosas por escribir.
Siento que el espíritu de ese sótano sigue conmigo.
Foto 1. En la puerta del sótano prodigioso.
Foto 2. Entrada al sótano. Me encantaba ver los pies de la gente pasar desde la ventana de mi cama.
Foto 3. El edificio donde viví la segunda vez.





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