domingo, diciembre 30, 2018

Joaquín Pérez Azaústre

Serrat 75

Serrat en su apogeo mediterráneo, con olas musculares de luz y oscuridad, de atardeceres rojos, cantores y embusteros, no es sólo un juglar, no es un poeta, sino un estado de ánimo. Yo podría levantarme un día rodeado de los míos, después de cantar Lucía, levantar una copa esmaltada de vino y decir: Hoy estoy Serrat. ¿Hay otra manera de cantar, de sentir y vivir? ¿Hay otra manera de escucharlo? En fin, en esto como en todo hay opiniones y la mayoría son respetables. Pero si Sabina ha sido el cantautor o el letrista más dotado de toda nuestra historia, Serrat nos ha tocado ese nervio invisible que se enciende y se inflama en la intensidad de vivir. Serrat vuelve a estar de tensa actualidad no sólo por sus espléndidos 75 años recién cumplidos, sino por haber respondido -o mandado callar con elegancia- a alguien que le exigió, desde la opacidad encubierta del público, que cantara Mediterráneo en catalán porque estaban en Barcelona. Serrat paró el espectáculo con suave autoridad y respondió al vacío -porque sólo desde el vacío definitivo se le podía reprochar algo así- que llevaba seguramente en Barcelona cantando y trabajando por la ciudad mucho más tiempo que él y que era la primera vez que alguien interrumpía así ese espectáculo, que ha rodado por el mundo, y que por eso podía sentirse orgulloso. Nota aquí.


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