Son argentinos, viajaron 22 años por el mundo en un auto de 1928 y tuvieron cuatro hijos en el camino
Herman Zapp y Candelaria Chovet partieron del Obelisco en el año 2000 a bordo de un Graham-Paige de 1928 con la idea de llegar a Alaska, y el viaje se estiró 22 años: hicieron 360.000 kilómetros, visitaron 102 países y tuvieron sus cuatro hijos en el recorrido.
Hay historias que merecen un libro y a veces suele ocurrir que los tiempos de los sucesos se invierten, a punto tal que parece que la obra se escribió antes que la aventura. Son de esas historias que tienen todos los condimentos de leyenda que uno se pueda imaginar. Ésta es una de ellas, de las más particulares entre las particulares. La de una familia que se formó mientras daba la vuelta al mundo.
La aventura de los Zapp es, como mínimo, increíble, porque sus memorias tienen matices de guion cinematográfico, repletas de carga emocional y ribetes de inspiración, mucho de riesgo y una buena dosis de locura. Recorrer más de 360.000 kilómetros por cinco continentes, visitar 102 países y volver 22 años después habiendo procreado cuatro hijos durante el viaje, no es cosa de todos los días. Y menos aún, hacerlo en un auto que para cuando partieron tenía más de 70 años y casi 100 a su regreso.
Candelaria Chovet y Herman Zapp se conocieron cuando ella tenía 8 años y se hicieron novios empezada la adolescencia. El primer sueño que se propusieron fue el de envejecer juntos, y a la siguiente quimera la arrancaron cuando ella tenía 29 años y él cantaba 31. Acordaron salir al mundo a vivir aventuras, sabiendo que los hijos irían llegando. El destino original era Alaska, como mochileros, en un periodo estimado de no más de seis meses. Y ocurrió que esa primera etapa se estiró a cuatro años y la hicieron en auto. En diálogo con LA NACION, el matrimonio, junto a sus hijos, rememoran el periplo y todo lo que dejó en sus vidas.
Un ancestral auto como compañero de gira
Cuenta Herman, que cuatro meses antes de salir hacia el hemisferio norte le ofrecieron un auto del cual se enamoró de inmediato. Era un Graham-Paige de 1928, ese que los llevaría a dar la vuelta al globo. “Un auto viejo, que parecía frágil y que finalmente se portó de maravillas, superando obstáculos que hoy a la distancia parecen imposibles. Desde arenales en Namibia y terrenos imposibles en Botsuana, a los desafíos del desierto de Atacama y hasta un tremendo barrial de decenas de kilómetros en Mozambique”, dice este hombre que hoy tiene 55 años y que dejó su emprendimiento de instalaciones eléctricas/fibra óptica para sumergirse en semejante periplo.
“Si bien tuvimos algún percance con ‘Macondo Cambalache’ –así se llama el auto- resultó ser cómodo, noble y sencillo porque permite arreglar todo bastante fácil. Lo lindo e increíble es el carácter que tiene, ya que le tomás una foto en la Quinta Avenida de Nueva York o en el parque nacional del Serengueti en África junto a las jirafas, y en ambas sale hermoso, con mucho estilo”. “Fue nuestra casa perfecta”, sentencia Candelaria mientras le dedica una mirada con absoluta devoción. Nota aquí.
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