Morante, el torero
toreno de verde luna,
sobre su piel aceituna,
por detrás y por delante,
luciendo un traje elegante
con el santo de Loiola.
El bordado era una joya
y en Azpeitia no hubo suerte.
Vino, mató y, tras la muerte,
se fue envuelto en su aureola.
Tuvo un colega, Francisco,
navarro y ecologista,
con quien se fue a la conquista
del gobierno y el poder,
de la iglesia y sin querer
se hicieron dueños del mundo.
Su sermón era fecundo
y su ambición era fuerte,
poco antes de su muerte
dejó el poder al segundo.
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