“En Cuba no nos queda más remedio que incorporar la miseria a la vida y callar”
El escritor, premio Princesa de Asturias, vuelve con ‘Morir en la arena’, donde mezcla un crimen terrible con el retrato de 50 años de la historia de la isla.
Minutos antes de la entrevista telefónica, el periodista recibe un mensaje: “Por si acaso, te paso también el número de mi esposa. Con las comunicaciones en Cuba nunca se sabe…”. El calor es sofocante en La Habana y, mientras conversa, Leonardo Padura (La Habana, 69 años) comenta que en su casa le están instalando una batería con paneles solares. La factura es de 4.000 dólares, una suma inalcanzable para la mayoría. Consciente de que cada vecino busca a su manera cómo sobrevivir a los apagones interminables de la isla, el autor resopla un “No todos pueden permitirse esto” al comienzo de esta entrevista, la primera que el premio Princesa de Asturias 2015 concede para hablar de su nuevo libro, Morir en la arena (Tusquets), a la venta el próximo día 28.
La novela trata de la vida de Rodolfo, un cubano marcado por la guerra de Angola y, sobre todo, por el asesinato de su padre a manos de su hermano Geni. Ya jubilado, Rodolfo se reencuentra con su cuñada Nora, antiguo amor de juventud, al tiempo que recibe la noticia de la inminente excarcelación de su hermano, enfermo terminal y destinado a regresar a la casa familiar. En apenas una semana de tensa espera resurgen viejos rencores, secretos enterrados y el recuerdo del crimen que destruyó a la familia. La llegada de su hija ofrece un último sostén a Rodolfo en una trama que recorre cincuenta años de la historia de un país. “Esta novela trata de hacer la crónica del estado actual de una generación de Cuba. Tenía mucha preocupación por si lo que iba a reflejar iba a ser demasiado local. Pero a nivel universal, creo que vivimos un momento de gran frustración, muy jodido para todos”. La novela arranca con una imagen brutal en su sencillez: un personaje pisa un excremento de gato en la penumbra. “Resume mucho”, ríe el escritor cubano, que se detiene en la mirada de los que, como él, crecieron junto a la revolución cubana: “Hombres y mujeres que estudiaron, trabajaron, se sacrificaron, repitieron consignas, incluso pelearon en la guerra de Angola y, sin embargo, con el correr del tiempo, lo primero que sienten es que vuelven a pisar mierda”. A esa generación le queda hoy un presente marcado por la paradoja: “Tras años de esfuerzo, se descubren más pobres que nunca, viviendo de las remesas enviadas desde el extranjero”. Para Padura, lo que sucede en Cuba es reflejo de una tendencia más amplia: el retroceso de las políticas de seguridad social, que golpea en todas partes, aunque en la isla se sienta con particular crudeza.
Realidad y ficción
Morir en la arena se presenta como basada en hechos reales, aunque el escritor aclara que se trata de una ficción con raíces en la vida. El punto de partida es un parricidio ocurrido en La Habana, un suceso cercano al propio autor: “Pasó en una familia cercana a la mía. Conocí a los implicados en la historia”, confiesa el padre del detective Mario Conde. De aquel caso, Padura retoma el conflicto central, pero subraya que los personajes “tienen otro carácter”. “La mejor historia que te puedan contar, cuando la escribes, a veces no funciona. Los procesos de la realidad y los procesos dramáticos tienen distinto orden. Yo reescribo la realidad para lograr un fin dramático, porque al final es la ficción la que decide cómo organizas una trama”.
En su obra no busca dar respuestas definitivas, sino plantear enigmas. “Hay cuestiones que no se resuelven en la trama, que funcionan como ganchos”, advierte. Como ya hizo en Adiós Hemingway, donde nunca se llega a saber quién mató a los agentes del FBI, o en Como polvo en el viento, en el que Walter se precipita desde un piso 21º sin que el lector tenga claro si fue un accidente o un suicidio, Padura vuelve a desafiar a su público: “Como decía Cortázar, busco un lector macho, copartícipe, no hembra [que no quiere problemas, sino soluciones, decía Cortázar]... ¡Aunque estas cosas ya no se pueden decir!“, ríe Padura. Nota aquí.
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