domingo, septiembre 07, 2025

Homenaje a Nino Bravo

 El eco emocionado de Nino Bravo da la bienvenida al Roig Arena

Un espectáculo colectivo perfectamente medido y estilísticamente diverso evoca la memoria del cantante valenciano, quien tendría hoy 81 años, en el estreno del nuevo recinto multiusos de Valencia.

Un reguero de caras sonrientes nos daba la bienvenida al nuevo recinto. En los amplios accesos a la pista, un público más bien talludito (hacía tiempo que yo no veía tanta gente mostrando su entrada en papel), se arremolinaba en torno a los muchos puestos de restauración. Se palpaban las ganas de agradar, la emoción del instante, el olor a nuevo. Todo estaba en su sitio en el nuevo Roig Arena. Y con razón: por mucho que nos empeñemos, ni una plaza de toros, ni un velódromo, ni un estadio de fútbol ni un enorme parking junto al puerto son recintos pensados para la música en directo, aunque sirvan para salir del paso. El cementerio de elefantes que puebla nuestro historial de salas de mediano o gran aforo ya desaparecidas – Arena, Greenspace – también demanda que la sala anexa del Roig Arena, con aforo para dos mil personas, eche a rodar: será el 22 de este mes con los australianos The Cat Empire.

A diferencia de todos aquellos, el nuevo recinto multiusos de Quatre Carreres sí está concebido y diseñado para albergar música en directo (aparte de baloncesto y otros deportes) y se notó anoche: sonoridad impecable, volumen adecuado, iluminación a la última, cuatro pantallas desde las que no perder detalle, una de ellas cenital – hasta el teleprompter con las letras de las canciones – y visibilidad idónea desde cualquiera de las cerca de 20.000 butacas que ocupaba un público que había agotado todo el papel hace meses. Más comodidad, imposible.

Una de las grandes asignaturas pendientes de Valencia en los últimos tiempos es la concordancia entre los continentes y los contenidos, entre recintos – vistosos, sin duda – y programaciones que se adapten a ellos con cierta lógica y los justifiquen. El Roig Arena ha nacido con esa vocación. En lo musical, únicamente falta que no solo vengan aquellos artistas que, con toda seguridad, igualmente hubieran venido a cualquiera de los recintos que hemos citado antes (casi todos lo han hecho), sino también aquellos músicos internacionales de relumbrón a quienes no vemos aquí. Que sirva para competir no solo con un Sant Jordi o un Movistar Arena, sino que nos ponga también a la altura de programaciones de ciudades como Bilbao o Sevilla. Esperemos que sea una cuestión de tiempo. Las prestaciones del recinto lo merecen.

Con quien nadie, en su sano juicio, podría tratar de competir, es con la voz de Nino Bravo. Por eso el espectáculo Bravo, Nino, que tomaba el relevo del lejano tributo que se le hizo en la Plaza de Toros de Valencia en 1973, tuvo la virtud de adaptar las piezas de su repertorio a las características de sus intérpretes. O también de que ellos las llevaran a su terreno: una veintena de músicos de toda España, arropados por una orquesta de más de veinte instrumentistas, dirigidos por José Miguel Álvarez, en un show dinámico: una canción por vocalista, por regla general. Funambulista le dio aires de bolero a Eres todo cuanto quiero; Sole Giménez acunó en ritmo de bossa nova Te quiero, te quiero; La Mari, de Chambao, y Pitingo, acercaron – cada uno a su manera – al flamenco Mi tierra y Es el viento; Carlos Goñi (Revólver) resolvió estupendamente la cuota rock (casi blues rock) con La puerta del amor y una imponente Marta Sánchez se metió muy bien en el papel de estrella pop de los swinging sixties – al estilo de Massiel o Sandie Shaw – con Tú cambiarás. A David Bisbal también le sentó bien el traje de la exultante América para cerrar la noche, después de que Vanesa Martín y Pablo López releyeran Cartas amarillas con la cadencia del piano de este. Nota aquí.








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