Muchachas
entran en las tabernas y vuelan por el aire,
cierran nuestros paraguas y acaban con la lluvia.
Tienen ojos de noche y bocas de pecado.
Las hermosas muchachas se ríen de su sombra,
caminan como diosas perfectas y no tienen
ningún miedo a los lobos con los dientes muy largos
ni al cazador del bosque que vive en las ciudades.
Ni tormenta ni rayos las asustan. Las nubes
son el manto que cubre sus espaldas. Se mueven
como gatas sin amo por todos los tejados.
Y la luna sonríe cuando pasan tan fieras.
Las sigue mi mirada cuando me las encuentro
en las tardes nubladas y en los cielos azules.
Son un soplo de vida. Un fugaz torbellino
de mis días perdidos en viejos calendarios.
Luego, alegre y cansado, me meto en algún sitio.
Me tomo unos vinitos mientras la tarde pasa.
Y pienso que no hay nada como sentirse vivo.
(Aunque mañana tenga consulta con el médico).

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