miércoles, noviembre 12, 2025

Rodolfo Serrano

 Señales del fin del mundo

Desde un pueblo olvidado de Castilla,
maltratada madrastra y sufridora,
bajo este sol de plomo —el aire abrasa—
hoy te escribo esta carta, vieja amiga,
va en ella mi dolor y mi tristeza.
Por las calles de cegadora luz
nada se mueve. Hay una suave calma
que asusta a los gorriones y a las moscas.
Contemplo el fin del mundo. Y hay señales
que anuncian el final de nuestro tiempo.
Son pequeños avisos, nada raro.
Es un batir de alas, el insomnio,
una suave caída hacia lo oscuro.
Es la desolación de los poemas,
la conjunción de males y de estrellas.
Me llegan, como avisos del infierno,
señales más terribles: esas guerras,
el llanto de los niños enterrados
entre escombros y bombas y miseria.
El hambre como un dios enloquecido.
Y el miedo más cercano, más al lado:
mi angustia ante el desastre, ante la muerte,
ante los crueles informes de los médicos
o los presagios negros del infierno.
Tengo solo el invierno, vieja amiga,
en este calendario de la sangre,
esta sangre sin fuerza que golpea
mi corazón enfermo. Y un latido,
soplo apenas ya. Desesperado.
Que la vida me vista en su ternura,
me dé paz, algún rincón perdido
donde esperar la noche. Y que tú vengas
al borde de mi cama y me acaricies
la piel que solo vive en la añoranza.
Foto de Raul Cancio.



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