Una fotografía
Estás perfecta. Miras con un aire burlón.
Conozco esa sonrisa, la de noches calientes
y bares que no existen hace ya mucho tiempo.
El mundo, nuestro mundo, se derrumbó y ahora
solo queda un recuerdo muy fugaz y lejano
y esta foto que llega en la tarde de frio.
Te contemplo y recuerdo cada instante. Diría
que en esa imagen arde tu piel igual que entonces,
y debajo de todo, de tu blusa y tu ropa,
se cruzan los caminos abiertos de la sangre.
El sudor de tu cuerpo, y el estremecimiento
de la carne al caer ya vencida y gloriosa.
Cuánta ternura, cuánta en ese gesto tuyo,
en tus ojos que miran como si todo fuera
relámpago que alumbra la más negra tormenta.
Y viniera a nosotros, en ese instante mismo
el reflejo de todas las calles que añoramos.
Los viejos edificios, los portales oscuros,
el alcohol y el deseo, los antros del pecado,
carreteras desiertas y los besos de aire.
Las noches y los lechos de las pasiones nuevas,
el estallido ronco de la herida caliente.
Esta foto me llega como vieja caricia,
como llegan las cartas de algún amor primero.
Lo mismo que el sabor de los frutos prohibidos.
Así llega y me empapa de toda la añoranza,
de la suave nostalgia de las cosas que fueron.
Y, despacio, despacio, se me acerca y me besa
ese dolor tan dulce que aún me vive en el alma.
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