Gasolina y aceite
En un alarde de rutina,
la vieja Vespino cruzó la calle
con esa tos de fatiga.
A su paso derramó ese aroma,
mezcla de gasolina y aceite,
Que me llevó al calor de tu abrazo,
Cuando, desde atrás del sillín de escay,
Te agarrabas con timidez a mi cintura.
Esa fragancia de la primera mujer
Que me dejó colgado de todas las nubes,
El roce de sus mejillas con mi espalda,
Que me convertía en un pegaso estremecido y solitario.
Sé que aquellos vuelos no volverán
Salvo que algún motor incontinente
Humedezca los primeros baches de la cuesta
Con esa niebla que sale del tubo de escape
Y que tarda unos minutos en disiparse,
El tiempo justo para dibujar esa leve sonrisa
Que tienen los hombres que no han olvidado
El vértigo que produce la felicidad adolescente
Como trapecista sin red en un circo oxidado.
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