Búscame allí
Si algún día de pronto me recuerdas,
y, pongamos, que sales a buscarme,
recuerda que me gusta la tristeza
que habita por la tarde en las tabernas.
Y que amo las ciudades más extrañas,
los expresos nocturnos, los hoteles
con nombres misteriosos, con alguna
letra fundida en su anuncio de neones.
Acuérdate que adoro -y tú lo sabes-
esas calles brillantes por la lluvia.
Y el olor acre y sucio del asfalto,
el ruido de autopistas y automóviles.
Que me gusta salir de madrugada
de los bares canallas y pararme
y respirar el aire frío que aún conserva
perfume a pachulí y a ron barato.
Si te acuerda de mí, si tú quisieras
buscarme en los recuerdos de otros días,
me tendrás que buscar en viejos cines,
donde pongan de nuevo Casablanca.
O en un atardecer, en una playa
con restos de naufragios y, a lo lejos,
un faro misterioso y algún barco
que nos lleve a la isla del tesoro.
Búscame en Buenos Aires, Ushuaia,
en Venecia, en Paris, San Petersburgo,
en Madrid, en México o La Habana,
en un Cadillac subiendo al Tibidabo.
Pero búscame, sobre todo, no lo olvides,
en aquel bar de pueblo en que una noche
me dijiste: ¿Por qué te quiero tanto
si no serás nunca el hombre de mi vida?
(Allí estaré, mi amor, contra tu olvido).
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