José Luis Perales: historia del hombre invisible que se comió el mundo
El conquense se despide de Madrid tras casi medio siglo de singladura libre en el velero de sus canciones
Ojito con Perales, don José Luis. Nunca un ídolo de masas fue tan discreto y sereno, tan alejado de prosodias y parafernalias. Ese talante suyo, siempre mesurado, puede abocarnos al error. Pero con el tiempo lo hemos ido comprendiendo: pocos artistas han dejado tanta huella en la música popular española del último medio siglo. Y ninguno lo ha hecho como él: de puntillas, sin darse importancia. Casi en contra de su propia voluntad.
Ahora que va llegándole el momento de que caiga el telón, asombra el grado de fidelidad cómplice que conservan los peralistas, esa mayoría silenciosa. Son indetectables a simple vista, no gastan camisetas ni otros artefactos mercadotécnicos, ni siquiera se ajustan siempre al tópico del matrimonio entrado en años. Pero fue decir Perales que abandonaba los escenarios y sobrevino la movilización. El abrazo masivo, aunque sea con unto hidroalcohólico.
En la penúltima cita con su gente del Foro, el martes en el WiZink Center, se congregaron 11.600 fieles. Otros tantos, misma hora y lugar, estaban convocados para el miércoles. El fulgurante tsunami de la sexta ola apenas retrajo en sus casas, según la organización, a un par de centenares. Por delante quedarán ya solo dos fechas en Bilbao, la próxima semana, y una veintena de citas latinoamericanas en la primavera. Y se acabó para siempre el tormento dulce de la tarima Nota aquí.
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