miércoles, diciembre 29, 2021

Rodolfo Serrano

 Una confesión

Tras amarnos, te llevo hasta tu casa.
En silencio los dos, con la ternura
de los cuerpos saciados de caricias.
La noche, entre las luces, negra y suave.
En la esquina de siempre paro el coche.
Un beso apresurado. Y tú, corriendo
a ese portal de todos los demonios.
Un portazo. Yo quedo triste y solo.
Te imagino subiendo la escalera,
Tus llaves en la puerta. El piso a oscuras.
Con cuidado te acercas a la alcoba,
te desnudas silente y muy despacio.
Luego apartas las ropas y te tiendes
junto al cuerpo dormido. Nada dices,
mas sientes su calor, y ahora respiras
el olor de esa piel tan conocida.
Después de tantos años, lo confieso:
hubiera dado todo porque fuera
yo mismo el que esperaba cada noche
a que tú regresaras a mi cama.
Yo siempre le envidié porque él tenía
lo que yo nunca tuve: Despertarse
sintiendo cada día la dulzura
de tu carne pegada a su costado.
(La rutina derrota a las pasiones,
inevitablemente. Inevitable).
La foto es de Raul Cancio.



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