jueves, agosto 05, 2021

Rodolfo Serrano

 Amanece

Se asoma por la puerta y mira atentamente
la calle en las primeras
luces de la mañana.
Severo y educado, el hombre apenas hace
un gesto de saludo cortés al forastero.
El pueblo está en silencio.
Sólo de vez en cuando
suena el viejo reloj en la plaza sin gente.
Respiro el aire fresco y camino despacio,
sin prisas y sin rumbo,
por las calles estrechas.
Estas primeras horas, cuando la luz se alza
por los viejos tejados,
traen la eterna belleza de los días antiguos,
la plenitud dorada
de los campos abiertos.
Esa calma tan dulce de las nubes más altas.
Muy lejos, en el campo,
suenan los esquilones y un perfume de hinojos
abraza al caminante cuando sale al arroyo,
seco ahora y cubierto
de zarzas. Canta un gallo en el suave
frescor de la mañana.
Dan las siete. Despierta
muy despacio este mundo
pequeño y tan sencillo como un blanco pañuelo.
Es la vida que empieza,
que acaricia este cuerpo derrotado y vencido.
Y lo besa, con ganas, y lo salva de nuevo
de la muerte que espera cada día en mi puerta.
Foto de Raul Cancio.



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