jueves, junio 09, 2022

Luis García Montero

 En la Feria

Ningún premio literario importa más para un escritor que pertenecer a la historia de sus lectores

Veo a un sacerdote que se acerca a la caseta y me dice: ‘Aquí no es diaria ni justa la existencia, bésame y resucita si es posible’. Son versos que escribí a principios de los años ochenta. En mi habitación de aspirante a escritor, junto a un póster de Federico García Lorca, sonreía Marilyn Monroe mientras el metro de Nueva York jugaba con su falda. Eran tiempos en los que la tentación vivía arriba, abajo, a un lado y al otro. Yo dedicaba poemas a la tentación y a la mala idea del suicidio. Muchos años después, el sacerdote lector me contó que había oficiado un funeral muy solitario a causa de un accidente de tráfico en Granada. La viuda, una mujer del norte, besó el féretro, pidió una resurrección y afirmó que la existencia no es diaria ni justa

Recuerdo también la mañana en la que se acercaron a la caseta dos hombres de la mano. Debió de ser en la primavera de 2006. Durante varios cursos habían compartido piso de estudiantes, pero ninguno se atrevía a confesar su amor. En una Semana Santa, uno de ellos se fue de Madrid para pasar las vacaciones con su familia. El otro le dio un sobre cerrado y le pidió que no lo abriese hasta que el tren estuviera en marcha. Leyó cuatro versos escritos a mano: ‘Si alguna vez la vida te maltrata, acuérdate de mí, que no puede cansarse de esperar a aquel que no se cansa de mirarte’. Bajó en la primera estación, compró billete de vuelta y la historia de amor acabó en boda. España había aprobado la ley de matrimonio homosexual. Nota aquí.



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