“Beber vino caliente me parece un crimen. Prefiero tomármelo con un hielo a que sea un caldo”
Desde su bodega en Alpartir (Zaragoza), Fernando Mora, uno de los pocos viticultores en el mundo que ostenta el reconocimiento de Master of Wine, revitaliza viejas viñas y fabrica y distribuye sus botellas, presentes en algunos de los mejores restaurantes con estrella Michelin. También se dedica a viajar para defender la calidad y el esplendor de los caldos españoles: “Debemos confiar más en nuestros productos”
Como Fernando Mora (Zaragoza, 1982) solo hay tres personas más en España. Y 412 en todo el mundo. Pocos, como él, pueden presumir de poseer el mayor título que existe en la viticultura. Porque ser un master of wine (maestro del vino), o MW, significa haber adquirido un nivel de conocimiento vitícola capaz de dominar todos los aspectos de la cultura, el negocio o la elaboración del vino: desde el primer racimo que se corta hasta la meteorología, la madera utilizada para la barrica, la producción o la gestión del envasado y etiquetado para su venta. Esa maestría solo está al alcance de unos pocos. Apenas el 10% de los que se presentan consigue esta calificación, otorgada por la escuela británica Institute of Master of Wine y creada en 1945 para impulsar una comunidad global de este sector.
Mora la obtuvo en 2017, casi en tiempo récord, tras dos años y nueve meses de estudio (la media está en torno a seis años), pero su vida ya había dado un vuelco tiempo atrás. Cuenta que fue durante un viaje de enoturismo a Briones (La Rioja) en 2008 cuando descubrió su verdadera pasión oculta: “Fui a una cata y aquello fue una revelación, aunque siempre me han llamado los aromas. De pequeño mi padre me regañaba porque olía todo, hasta los muebles. Cuando me dieron el título, me admitió que menos mal que no le hice caso”, bromea. Su formación como ingeniero mecánico le ayuda ”a tener la cabeza estructurada”, a entender cada uno de los procesos de sus caldos aragoneses, a los que dio forma bajo el nombre de Bodegas Frontonio (en Alpartir, Zaragoza). Mientras Mora habla de su trayectoria en una sala de la feria gastronómica Madrid Fusión, tras realizar una cata en el estand de Iberia, un sumiller se le acerca y le sirve una copa. Sonríe porque conoce la botella. Y la acepta con gusto.
Pregunta: ¿Bebe vino todos los días?
Respuesta: No, lo hago de manera moderada. Creo que es lo mejor para mí. Me ayuda a valorar más las botellas que voy a abrir, con quién las voy a compartir o cómo me las voy a beber. Y esto es muy bonito porque antepones calidad a cantidad.
P. Antes de formarse como Master of Wine y convertirse en viticultor, su primera toma de contacto fue preparar más de cien litros de vino en la bañera de su casa…
R. Así es. Imagino que aquel experimento muy legal no era. Los preparé en la bañera de un cuarto de 15 metros cuadrados. Controlaba la temperatura con el aire acondicionado y sumergía unos depósitos de agua con hielo para regularla. Me habría gustado empezar de una forma más especial, pisando las uvas, por ejemplo. El resultado fue penoso, estaba malísimo. Ahí me di cuenta de mi ingenuidad y de que la base de todo siempre está en la formación.
P. ¿Qué ocurrió a partir de entonces?
R. Empecé a estudiar de verdad, a entrenar mi paladar y olfato. Me apunté a numerosos cursos de cata y comencé a viajar para probar etiquetas y visitar viñedos. Aunque me harían falta más de cien vidas para conocer el vino. En 2013 me lancé a la piscina y dejé mi puesto como director técnico en una empresa de motores eléctricos porque me resultaba imposible compaginar ambas cosas. Nota aquí.
0 comentarios:
Publicar un comentario