martes, septiembre 09, 2025

Félix Maraña

 Miguel Hernández

En la cárcel de Alicante
un poeta mal respira,
tiene fiebre, casi expira,
aparece agonizante,
sufre y ya no tiene aguante
para luchar por la vida,
sabe que de haber salida
será para el cementerio.
Tras este cruel cautiverio,
lo que la muerte decida.
Esperó que la condena
por su gen republicano,
con la pluma y con la mano,
pudiera salvar la pena,
y liberar de la trena
al miliciano poeta.
Pidió una gestión secreta
ante Cossío y Almarcha,
mientras el frío y la escarcha
dibujaban su careta.
El obispo aconsejó
que el poeta, arrepentido,
adjurase convencido
del credo con que luchó.
Pero Miguel replicó
que la lucha popular
por la que quiso luchar
por el pueblo soberano,
por el credo ciudadano,
nunca lo iba a manchar.
Fui cabrero en Orihuela,
cuando niño, esperanzado,
de encontrar libro adecuado
que me diera algo de escuela,
pero tuve una secuela
que me dio la poesía.
Era niño y ya leía
a Quevedo y a Machado
en los libros de prestado
que Ramón Sijé tenía.
En la cárcel de Alicante
escribe cartas de amor
y poemas sin rencor
y canciones con semblante
y a veces le pega al cante
para ir matando las horas,
superando las doloras
de poeta presidiario,
piensa en su niño a diario
y en sus adas protectoras.
En la cárcel de Torrijos,
en Madrid del 39,
unos versos que conmueve,
piensa el poeta en sus hijos,
con sus nanas por prefijos
del hambre intrafamiliar,
de su pobre y triste hogar
en la ciudad de Orihuela.
Que no hay dolor que más duela
que el hambre por mitigar.
(C) Félix Maraña
[Dibujo de Miguel Hernández, realizado por Antonio Buero Vallejo en la cárcel de Alicante].



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