viernes, junio 10, 2022

Rodolfo Serrano

 El tiempo

Me distraigo con versos y algún viejo recuerdo.
En la casa, encerrado, espero ya sin prisas.
Atiendo amablemente a cualquiera al teléfono,
que me ofrece seguros, compañías eléctricas
o la cura absoluta de mis enfermedades.
Pasan lentas las horas. Los días son de nubes.
Pero aún echo de menos amigos y tabernas
y aquellas tardes largas de relojes cansados.
Los amores lejanos son sombras en la niebla
y una suave tristeza me acaricia la cara.
Están así las cosas. No hay que darle más vueltas.
He desaparecido de eventos y de agendas
y hay alguno que ahora ni está ni se le espera
ni llama ni pregunta ni recuerda mi nombre.
El olvido es la nada que nos lleva al destierro.
Aún así me levanto, escribo cuatro cosas,
escucho las noticias, tomo mis medicinas,
convivo con dolores, con hastío y con miedos.
Espero, simplemente, a que pase otro día
y busco la esperanza, diminuta y brillante,
en la dulce añoranza de los días que fueron.
Mi vida es, sin embargo, feliz porque ahora tengo
el tiempo entre los dedos y sé que cada noche
se recuesta conmigo y abraza, lento y tierno,
mi corazón deshecho como flor de rastrojo.
(Yo sé que alguna vez, cuando estás sola y triste,
mi recuerdo te llega como un fugaz relámpago,
como el latido tenue de un corazón herido.
Y se detiene todo. Un instante. La vida).
Foto de Raul Cancio.



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