Todos somos Estopa (o al menos la buena gente)
Los hermanos Muñoz, eufóricos ante 16.000 personas en el madrileño WiZink, se han convertido en los únicos ‘boomers’ a los que nadie osaría llamar semejante cosa.
Todos tenemos un pedacito de corazón rumbero, incluso aunque bombee solo muy de vez en cuando y con un flujo sanguíneo testimonial. Pero la rumba es vida y es calle y desparpajo, y a esos valores no hay quien se resista, siquiera un ratito. Todo ello seguramente explique el predicamento del que tantos años después siguen gozando David y José Muñoz, que ya no son unos críos (46 y 43 años), pero se nos siguen antojando tan majos y buenrollistas como para que ni el más furibundo de los tuiteros concibiera aludir a ellos como boomers o señoros, que son los insultos más horrendos que el urbanita iracundo puede llegar a concebir a día de hoy.
Los hermanos de Cornellá habían publicado en 2019 un octavo álbum en estudio, Fuego, con el que aprovechaban para celebrar su vigésimo aniversario en la carretera, casi siempre a borde de carrocerías más nobles que la del Seat Panda. Pero en esas sobrevino la hecatombe planetaria y aquella flamígera criatura discográfica se quedó sin puesta de largo en Madrid. Tres añazos más tarde, el reencuentro fue tan anhelado como para reventar dos noches consecutivas el WiZink, a razón de 16.000 almas por velada. Y el protagonismo del elepé de estreno quedó diluidísimo, con solo cuatro representantes entre las 26 canciones del menú. Mejor hacer balance de lo vivido, que empieza a ser bastante: “Las nuestras son canciones de ayer… y de antes de ayer”, resumió David con esa guasa barrial que no le abandona nunca. Nota aquí.
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