domingo, julio 20, 2025

Dani Rovira

  “Nunca creí que iba caer en una depresión, pensaba que era de gente débil”

El cómico estrena ‘Vale la pena’ en Netflix, un monólogo en el que, desde el humor, da consejos que le han ayudado en su proceso de reconstrucción y anima a ir a terapia: “Después de curarme del cáncer, me pegué el gran hostión”

La tristeza es como “un chicle que se pega a la suela del zapato”. Y es bueno hablar de ella. Por si, por casualidad, le sirve a alguien. Así piensa Dani Rovira (Málaga, 44 años). Y esta es la gran historia de su vida: la búsqueda constante de sí mismo, la angustia que sintió al perder su anonimato tras Ocho apellidos vascos, el cáncer y todo lo que viene después. Actor, cómico, cuentista desde que escribía poemas en el colegio, solo sabe narrar desnudándose. Aunque sea incómodo. Lo hace en Vale la pena, el espectáculo que acaba de estrenar Netflix. Y también en esta entrevista “de intensidad filosófica”. Una mañana de julio en la cantina de Matadero. Porque quitarse todas las máscaras es la única manera de alcanzar la paz.

Pregunta. ¿Cómo huye del ruido?

Respuesta. Tengo un grupo de gente con la que puedo ser yo. Mi tribu. Con la que echo el fanatismo y el ego a un lado y hago reflexiones por las que públicamente podrían decirme que soy un facha o un comunista, un machista o un feminazi. De eso me alimento y no de poner la tele y ver que ha dicho Sánchez o Feijóo.

P. Pero hay que informarse, ¿no?

R. Sí, cuando son cosas importantes. A través de mi fundación [Ochotumbao] sé cuál es la realidad del mundo y del país. Mi implicación en la sociedad está ahí. Al cómico Bill Burr le preguntaron por política y respondió: “¡Pero si yo soy el bufón de la Corte!”. El éxito no está en la exposición sino en hacer cosas que transformen.

P. ¿El monólogo no es realmente una radiografía de una depresión?

R. Si la tristeza se enquista cabe la posibilidad de que se convierta en eso... Yo caí en una depresión en 2021 y nunca creí que me iba a pasar a mí. Pensaba que era de gente débil y no es así. Al revés. Tiene que ver con cierta valentía. Algunas mañanas no me habría levantado en todo el puto día si no hubiese tenido a la perra. Entras en una espiral, en una tristeza esférica, y químicamente no estás bien porque no segregas endorfinas. Sales gracias a la terapia, a la lectura, a la tribu..., pero las posibilidades de volver a caer en la zanja son muchísimas.

P. Cayó justo un año después de curarse del cáncer [fue diagnosticado con un linfoma de Hodgkin en 2020]...

R. Es que en ese momento estás en la batalla. Es imposible hacer revisión de daños cuando te estás pegando espadazos con todo Dios. Cuando tu cuerpo se enfría y baja la revolución piensas: “Hostia, ¡por lo que he pasado!”. Y ahí es cuando te pegas el gran hostión. Ojalá pudiese vivir todos los días lo que viví cuando me curé. Fue una epifanía brutal, pero es después cuando empiezas a no estar bien...

P. ¿Cómo es perderse a uno mismo? ¿Hay señales?

R. La vida te tumba a todos los niveles: salud, emocional, laboral... Y te das cuenta de que hay discordancia entre lo que sientes y lo que dices. La ansiedad es un aviso, un chivatito, de que algo no va bien.Nota aquí.




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