Toro Sentado habla con William Cody*
estos tiempos sin dios no son los nuestros.
Terminaron las guerras ya perdidas,
asaltos como el rayo en la pradera.
Estamos derrotados y vencidos.
Los niños se nos mueren de tristeza.
No han servida para nada nuestras luchas.
La libertad era un búfalo de niebla
que huyó hacia nuevos pastos y no ha vuelto.
Recuerda que tú solo asesinaste
cerca de 5000 en una temporada,
viejo Cody. Están tus manos rojas
de sangre de animales y de hombres.
Esperamos muy poco. La derrota,
no costó ni siquiera un mal disparo.
Dejásteis que nos fuéramos muriendo,
las pinturas de guerra en nuestros rostros,
bailando falsas danzas del Espíritu,
el hígado repleto de alcohol malo.
No vino nunca el tiempo de la dicha,
la gloria o la victoria. Nos quedamos
en las secas reservas, ya vencidos,
muertos inexorables de una guerra
que, ahora, comprendemos que fue inútil.
Los más fieros guerreros se pasaron
al enemigo. Vigilan nuestras tiendas
y dicen que la historia ya no existe
y el pasado es un sueño y un olvido.
Amigo William Cody, todo muere.
Este tiempo —ni aquel— jamás fue nuestro.
Esperemos sin prisas. Que mi yegua
baile como en el Bill’s Wild West
cada vez que sonaban los disparos.
Y yo caeré fingiendo, igual que entonces,
mi muerte entre sus patas. Entre aplausos.
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*El 15 de diciembre de 1890, cuarenta y tres agentes indios, lakotas como el propio Toro Sentado, se presentaron en su cabaña, acusándole de promover la Danza de los Espíritus que animaba a la rebelión.
El jefe se mostró dispuesto a acompañarles. Se produjo una revuelta entre los fieles a Toro Sentado. Y uno de los agentes, el teniente Bull Head, hirió a Toro Sentado y otro agente, Red Tomahawk, le remató con un disparo en la cabeza. Luego los policías entraron en la cabaña donde se encontraba Crow Foot, el hijo del jefe, quien también fue asesinado. La refriega terminó con la vida de otros policías y la de trescientos miembros de la tribu, casi todos mujeres y niños.
La leyenda dice que la yegua de Toro Sentado, acostumbrada a bailar en el Circo de Buffalo Bill, al verle caer inició la danza aprendida en el espectáculo. Toro Sentado tenía 59 años.
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