viernes, septiembre 12, 2025

Zorrito Von Quintiero

 Una noche con el : “¿Querían nieve y rock? ¡Acá estoy!”

Viernes en Bariloche. Nené Bar. Once y pico de la noche. Fabián “Zorro” Quintiero (al apellido puede antecederse también un “Von” con cierta resonancia aristocrática, made in una ocurrencia de Miguel Savaleta), bajo en mano, se mete entre el público. La banda a pleno —él incluido, porque ahí, en medio de la gente, no deja de tocar el instrumento— hace Los viejos vinagres, de Sumo. Todos saltan. El Zorrito ríe, arenga, disfruta al ver que las personas sienten el pulsar de la música. Se escucha al vocalista del grupo, Ike Parodi —impecable—, cantar aquello de “juventud, divino tesoro”. Y el Zorro, en medio de esa alegría rockera y nocturna que cae como un bálsamo en la ciudad, parece alguien que anda por los cuarenta y tantos. Sin embargo, él mismo, al contar que vino a esta parte de la Patagonia de viaje de egresados en 1983, expone que se encuentra próximo a los sesenta. Parece un error. El tipo realmente aparenta menos edad. Una de dos, piensa el cronista, o hizo un trato con el diablo o los buenos rockeros no envejecen. Lo de andar metiéndose con Satán parece poco creíble. Será, entonces, que el rock, cuando se lleva con elegancia, puede contrarrestar el estereotipo del músico “quemado”.

Y, así como revela que la localidad lo recibió hace algo más de cuatro décadas en su experiencia de fin de curso, también reconoce que, en esta ocasión, la visita es “un viaje de regresados”. No suena errado… El Zorrito parece estar de vuelta de todo, más allá de que aún se mantenga en el camino.

Su nombre, según la etapa vivencial, aparece ligado, por ejemplo, a Suéter, Soda Stereo, Charly García, Los Ratones Paranoicos…

Esos enlaces no son mera casualidad. El Zorrito posee un aura particular. Transmite algo poco usual. Tiene sentido del humor, pero, cuando de tocar se trata, no pierde nunca el ritmo. Es decir, se ríe, pero se toma el asunto en serio.

Y es un gran contador de anécdotas. Durante un mano a mano, quien suscribe, haciendo hincapié en esa característica, le dice que se asemeja a una especie de Guillermo Coppola, pero del ámbito rockero. Al escuchar la comparación, en el rostro se le dibuja una sonrisa y deja constancia de que todo lo que cuenta sucedió.

Por ejemplo, volviendo a lo del viaje de egresados, afirma que, junto a sus compañeros de quinto año, intentó, tras ya haber venido a Bariloche, retornar en el mismo año, y que, para lograrlo, el curso acudió a un programa de Silvio Soldán, donde la suerte, a último momento, dio un volantazo que los hizo quedarse en la banquina.

En Nené, más allá de las anécdotas, lo que sobra es música. Y de la buena.

El lugar es un establecimiento gastronómico, un sitio cuyos tragos tienen buena fama. Así, durante la noche, antes de que Zorrito Von & Los Gustocks (tal el nombre “oficial” de la banda) suba al escenario, el bartender Facundo Russo prepara una bebida tras otra. Y lo mismo sucede mientras el show se desarrolla. También después, con los que se quedan a tomar una copa más. Predominan los pedidos de gin-tonics en diversas variedades, muy de moda en los últimos tiempos. Pero, asimismo, asoman clientes que obligan al uso de la coctelera, por ejemplo, con un tradicional cóctel margarita en las rocas (con el vaso escarchado en sal). Por momentos, Russo, detrás de la barra, parece tener mucho más que dos manos. Los pedidos salen con rapidez, a pesar de la cantidad abrumadora. Nota aquí.






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