miércoles, octubre 05, 2022

Rodolfo Serrano

 A la memoria de Manuel Conde

Yo le recuerdo aún. El vaso siempre
entre los dedos, suaves, elegantes.
La mirada clavada en algún punto
perdido. Y la cartera
-poemas y papeles- bajo el brazo.
Tenía canas
“en los aladares”, presumía.
Y un aire de anarquista, culto y fino,
ajeno a cualquier moda.
Bien rasurado siempre,
con olor a loción un tanto antigua.
Coqueto y repeinado, se miraba
de reojo en cualquier escaparate.
En mitad de la noche podía oírse
su voz potente
-y rubia de cerveza-
cantando Bella Ciao o Ríen de ríen,
imperturbable a todo y contra todo.
Poeta de la noche y la canalla,
eran sus peteneras como el grito
de quien lo perdió todo y nada quiere,
pues nada hará más grande su grandeza.
Amante de los gatos y los linces,
de toros en el campo
que dibujaba, hermosos,
en blancas servilletas de taberna.
Patrón no tuvo nunca. Mas sabía
de arte y de amistad.
Sin venderse jamás,
trató, feliz, a todos
los pintores mejores de su tiempo
(Saura, Arroyo, Millares, Canogar,
su querido Salinero...).
Supo explicar y ahondar en su pintura
con el dardo bellísimo del verso.
Manuel Conde, Manolo, que los dioses
-y ese Dios al que tanto preguntaste-
acojan en sus brazos tu alegría,
esa vida magnífica, envidiable
y los más bellos versos que dejaste
perdidos por esquinas y tabernas.
Nosotros te abrazamos en las horas
más hermosas de golfos y borrachos.
Nos adentramos, felices, en la noche
cantado Al vent, contigo,
a pulmón pleno,
y A las Barricadas, por el triunfo
de esa libertad que tanto amaste.
(Y que, a mí, al menos, y por siempre
me dejaste en el alma como un soplo
de amor que permanece
como un licor suavísimo y eterno).
Foto de Raul Cancio.



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