Del uno al otro confín
Una biblioteca nos ayuda no sólo a saber dónde estamos, sino también a saber dónde somos, en qué lugar podemos comprender nuestro sentido de pertenencia. Se trata de una relación más o menos ordenada con el pasado, el presente y el futuro. En un mundo muy acostumbrado a navegar entre el espacio y el tiempo, la biblioteca nos lleva a los puertos del ser y el estar.
Del uno al otro confín se titula la exposición que la Dirección de Cultura y Bibliotecas del Instituto Cervantes ha abierto al público en la sede central. Considero un acierto dejar que la canción de Espronceda, viento en popa y a toda vela, cambie aquí sus cañones por los libros. En su red internacional de más de sesenta bibliotecas repartidas por el mundo, Asia a un lado, al otro Europa, y más allá Australia, África y América, la cultura navega del uno al otro confín.
La exposición empieza por explicar quiénes somos y en dónde estamos. El espacio que da la bienvenida sirve para recordar, por ejemplo, que la biblioteca de Nueva York está dedicada a Jorge Luis Borges, que Octavio Paz está en París, Nélida Piñón en Río de Janeiro, María Zambrano en Roma, Francisco Ayala en Estocolmo, García Lorca en Tokio, Nicolás Guillén en Dakar, Galdós en Rabat, Espriu en Palermo, Aresti en Lyon, Gabriela Mistral en Sidney, Torrente Ballester en Lisboa y Rosalía de Castro camino de Curitiba. Nota aquí.
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