Almudena Grandes: nuestra Almu
Torrencial en su literatura y en sus afectos, lo mismo remataba una novela memorable que improvisaba en su casa una comida para una multitud.
Tenía tanta vida dentro, tanto apego a la vida, que la vida le ha pasado una factura demasiado cruel y demasiado injusta. Ella, torrencial en su literatura y en sus afectos, con la vehemencia de quien comprende que tanto el amor como la literatura exigen una entrega incondicional y apasionada; ella, que podía con todo, no ha podido con esto y cuesta creer que le haya tocado la carta de la muerte temprana. Ella, nuestra amiga, la más diligente, la siempre resolutiva, la que ascendía a los amigos a la categoría de familiares, la matriarca cariñosa y sabia que lo mismo remataba una novela memorable que improvisaba en su casa, en un abrir y cerrar de ojos, una comida para una multitud, por la simple celebración del estar juntos. Y las risas, y las canciones, y las coplas de carnaval con las que se reía tantísimo, y las ocurrencias frívolas de la madrugada, cuando la vida nos parecía a todos una cosa sin fecha de caducidad. Nota aquí.
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