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Balta Cano: Heroísmo y comunión en la La Taberna Garibaldi
La lluvia no amilanó a Balta Cano. Desde la sierra madrileña descendió a la Taberna Garibaldi, ese refugio de músicas y palabras donde las tardes de domingo se tornan indispensables gracias al anfitrión de lujo, Carlos Ávila . Allí, guitarra en mano y sin artificios—ni micrófono, ni ecualización—, el cantautor se lanzó a pecho descubierto en busca de esa salida que los trovadores de hoy aún necesitan encontrar.
Un aire a Cafrune, y su voz, potente y rasgada, se abrió paso acompañada de un silbido afilado en la intimidad del local. No tardó en conectar con el público en una suerte de catarsis compartida, Su mano tendida para nosotros, su voz y su poesía el motivo de nuestra atención. Balta Cano es un trota musico con memoria, y así lo demostró con un "micromedley" donde trenzó canciones de Atahualpa Yupanqui, Raimon y Mikel Laboa, uniendo raíces en un mismo latido. También se dejó la voz en “La Llorona”, (en su versión mas pura) como si Chavela Vargas le susurrara desde algún rincón de la taberna, para después rendir homenaje a Lorca con su cante sentido.
Garibaldi no es solo un bar; es un rincón donde el tiempo se detiene para que la música siga su curso. Y Balta Cano, con su entrega, lo recordó a quienes allí se refugiaron de la lluvia, porque hay actos heroicos, y cantar en estos días grises es uno de ellos.
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