domingo, diciembre 21, 2025
Javier Menéndez Flores
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Viva Suecia
Viva Suecia, en los conciertos de EL PAÍS: “Iremos a la cárcel del rock por cambiar la cocaína por jalea real”
El grupo presentó su nuevo trabajo, ‘Hecho en tiempos de paz’, ante más de 400 lectores del diario
Terminaba 2013 y los cuatro integrantes de un grupo aún sin nombre ensayaban por primera vez en un local de Murcia. El batería, Fernando Campillo, sentía fascinación por grupos suecos de post-rock y, durante una noche de fiesta, alguien gritó “¡Viva Suecia!”. Doce años después, son una de las bandas emblema del rock nacional. El pasado 15 de diciembre, Viva Suecia estuvo en los Encuentros EL PAÍS para presentar su nuevo trabajo, Hecho en tiempos de paz, un refugio frente a los tiempos que corren. Ya puedes disfrutar de la entrevista y de la actuación en directo que ofreció la banda en los vídeos que acompañan a esta noticia. Si quieres asistir a más encuentros como este, puedes hacerlo aquí.
Los títulos de los discos de Viva Suecia han nacido siempre de un destello, de anécdotas que definen el buen humor del grupo murciano. El nombre de su quinto álbum de estudio llegó el día del apagón, el pasado 28 de abril, como una “aparición mariana”. Su guitarrista, Alberto Cantúa, salió a caminar y, al llegar al santuario de La Fuensanta, en la falda del parque regional de Carrascoy y El Valle, encontró un lema esculpido en piedra: “Hecho en tiempos de paz”. El resto del grupo coincidió en que, a pesar de la convulsa situación global, el álbum llega en un momento de paz interna. Este nuevo trabajo marca también un salto cualitativo en cuanto a sonido e influencias: “Es el disco con más instrumentos de toda nuestra carrera”, señaló su vocalista, Rafa Val. “Nos obligamos a hacer cosas que, como instrumentistas, nos siguen exigiendo algo. Siempre trabajamos en favor de la canción”, añadió.
El periodista de EL PAÍS Fernando Navarro fue el encargado de moderar la entrevista, que comenzó con el ritual que celebra la banda antes de cada concierto: siempre una canción de Isabel Pantoja, la mayoría de las veces Así fue, en un círculo cerrado, que termina al grito de “¡Buen bolo!”. Val explicó que comenzaron en el primer concierto, casi sin hablarlo, y ahora son más de 20 personas en ese corro. La imagen sirve para dar cuenta de la evolución del grupo, que ya ha agotado las entradas para varias de las paradas de su próxima gira por España.
La banda reconoció que, además de honrar a la tonadillera, cada uno tiene sus propios rituales. Val confesó que siempre usa el mismo colgante y pendientes. Cantúa deja infinidad de plátanos a medias, convirtiendo el camerino en “una especie de Mario Kart”, y Fabric tenía tantas supersticiones que ha necesitado la ayuda de una amiga psicóloga para echar el freno: “Si es que tenía más tareas que a la hora de tocar. Sales al escenario y te liberas”, comentó entre risas. Incluso llegaron a necesitar beber jalea real antes de cada concierto: “Nos van a echar del rock cuando lleguemos al cielo. [Iremos] a la cárcel del rock por cambiar la cocaína por jalea real”, bromeó. Nota aquí.
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Mr. Kilombo
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Los Pérez García
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Félix Maraña
Txapela, txistorra y talo
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Rozalén
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Miguel Campello
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Rodolfo Serrano
Momentos
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Pedro Saborido
“Estamos viviendo la tiranía del entretenimiento”
El humorista y escritor reflexiona sobre la idea de felicidad, su implicancia individual y social, a la vez que analiza cómo la necesidad de entretener se impuso a la reflexión.
Un peculiar DJ que a través de la música busca darle felicidad a la gente, pero esconde una extraña y eficaz forma de control social. Una remera con el rostro del Che estampado y una con la de Evita discuten sobre las consecuencias sociales-políticas de la búsqueda de la felicidad. Una “cajita feliz” de una cadena de hamburguesas que por escuchar a Leonardo Favio sindicalizó a sus compañeras para dejar de ser ”combo” y pasar a ser “comunidad”. Una persecución policial a Jorge Luis Borges por haber confesado en su poema “El remordimiento” que cometió el peor de los pecados que un hombre puede cometer: no haber sido feliz. Una compositora, autora teatral y actriz de obras infantiles llamada María Elena Wof Dei que expone cómo la felicidad vivida desde la candidez y la inocencia puede rozar la estupidez sin un Estado que la garantice.
Estos son solo algunos de los relatos absurdos y grotescos que forman parte de Una historia de la felicidad (publicado por Planeta), el nuevo libro con el que Pedro Saborido intenta -siempre desde el humor y la reflexión- analizar la idea de la felicidad y todo lo que la rodea. Y, por supuesto, fracasa en el intento pero entretiene al lector que se sumerge en sus páginas.
La de Saborido parece ya una tarea titánica, casi una misión imposible cuando se sienta a escribir. Es que el humorista y escritor no parece andarse con chiquitas y se le anima a temas imposibles de resolver en un libro. Desde la publicación de Una historia del fútbol, pasando por otro sobre el peronismo, uno más sobre el Conurbano y hasta uno sobre la vida en el capitalismo, el creador de Peter Capusotto y sus videos se le animó al “amor” y ahora se entrega a analizar la idea de felicidad. Todas temáticas de las que se han escrito toneladas de páginas, con miradas y definiciones infinitas y siempre incompletas, pero a las que pocas veces se le entraron desde la risa y las ideas. Un combo que Saborido maneja a la perfección, con sabiduría, humor popular y reflexiones tan certeras como alejadas de todo designio aleccionador.
“Quise hablar sobre la felicidad porque es un tema amplio, que tiene infinitos lugares por donde subirse y por donde encontrarla”, le cuenta Saborido a Página/12. “Hay tantas felicidades como personas en el mundo. Hay cosas que a muchos les parecerían que representan la felicidad, pero que un sommelier de felicidades les diría que no lo son. Entonces, empecé a preguntar cuándo la gente sentía que era feliz. Y hay cosas que son maravillosas, la felicidad puede ser un estado permanente o un momento”.
-¿Puede la felicidad ser un estado que se mantiene en el tiempo? Uno la asociaría más a un momento.
-El estado de ser feliz incluiría un montón de cosas, porque una permanencia en determinado nivel indicaría que vos podés serlo aún ocupándote de tus problemas o solucionándolos, o teniendo momentos donde la felicidad sería como un promedio. Cuando le pregunto a la gente por la felicidad termina siempre asociada a momentos. Se estableció que la felicidad es algo efímero, y que por eso también se hace más deseable. Borges decía que buscar la serenidad le parecía una ambición más razonable buscar la felicidad, porque era una meta más alcanzable. Pensaba que la felicidad eran momentos casi imposibles, era un deseo que solo a veces se alanzaba… La felicidad se construye, a veces uno sufre para poder ser feliz un momento, tiene como una construcción meritocrática. Incluso, uno a veces supone que después de determinadas cosas llega la felicidad y está no aparece ni en pedo. Puede ser sentirse aliviado, al solucionar un quilombo. O sea, al final aparece como ese momento en el que podés suspender el mundo.
-La felicidad como estado permanente es un deseo inalcanzable. ¿O acaso conocés a alguien que viva feliz en forma constante?
-No conozco a uno así. Pero también la ignorancia puede hacerte llegar a la felicidad. En el paraíso parece que estaba todo bien hasta que conocieron la sabiduría, según La biblia. Entonces, podés llegar a sospechar también, si la felicidad tiene que ver con la ignorancia. Y quizás tiene que ver con la capacidad de poder ignorar. O sea: sos feliz en ese momento en el que no estás pensando, ignorando los problemas, incluso a la muerte. Pero las prepagas viven aunque vos te hagas el distraído. La incertidumbre siempre es una máquina de infelicidad. Las historias que escribo son incompletas. La felicidad puede aparecer en momentos trascendentales o en situaciones cotidianas como comerte un choripán o gritar un gol. Hay un momento de eternidad que sentís cuando sos feliz, de cierta plenitud, que te hace en ese instante centro el mundo, incluso eterno…
-¿Creés que hay algo del inconsciente que opera en ese estado? Cuando uno toma conciencia de que es feliz ese sentimiento desaparece.
-La felicidad es tan jodida que se convierte en un problema. El problema es que vos automáticamente tomando cierta conciencia de eso, y como una manera de especular, querés retener el momento. Uno quiere que la felicidad dure para siempre. Saber que no va a ser eterna, te mete en un problema en el marote. Deseaste tanto ese momento, que cuando sos consciente de que lo querés atesorar para siempre, terminás por aniquilar ese instante de felicidad.
-El absurdo de época es querer atesorar la felicidad a través de la filmación de alguna situación con el teléfono móvil, una acción que incluso hace que no se disfrute ese momento.
-Es la obsesión de querer retener un recuerdo. Para muchos, grabarlo o sacarle una foto es lo más parecido a eternizarlo. O porque querés contárselo a alguien, porque también pasa que la sensación de felicidad puede ser más grande aún al compartirla. En esa pulsión de compartir le sacás una foto a un bife que te estás por comer, que te va a hacer feliz. Y decís, “mirá este plato, no puede ser...” Y para el que lo ve desde su casa u oficina en alguna red social no es más que un cacho de carne… En el libro traté no de hablar sobre la felicidad conceptualmente para llegar a una definición universal, sino de esas formas de felicidad que se van encontrando en distintos casos. Incluso, la felicidad del otro puede ser la infelicidad de uno.
-¿Tiene ética la felicidad?
-La felicidad no tiene ética ni moral. Un tipo puede ser feliz echando gente. Puede disfrutar de eso. Puede ser una perversión, pero el tipo la siente como una felicidad. Por eso lo quiere volver a hacer. Y, por el contrario, Leonardo Favio nos dice que “no se puede ser feliz en soledad” y uno se queda pensando. Y quizás tenga razón. ¿Por qué? Porque nos pasa muchas veces que te encontrás con alguien y le preguntás cómo está y te responde que está bien, pero que el resto de la gente está mal… Inmediatamente, vuelve plural la pregunta y la respuesta. Hay un mandato de que la felicidad sea en comunidad pero al que no todos adscriben. Es muy difícil ponerse de acuerdo. La felicidad es causante de división mas que de unión. No a todos nos hacen felices las mismas cosas. Hay mucha gente a partir de los resultados de las últimas elecciones presidenciales es feliz. Hay gente que está contenta. Hay un montón de gente que la está pasando mal con este gobierno, pero hay otro montón de gente que es feliz. ¿Cómo puede ser, entonces?. Nota aquí.
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sábado, diciembre 20, 2025
Almacén CT & Cia
El restaurante de pueblo que se volvió un imán de turistas con su menú de mar
Almacén CT & Cia está en Azcuénaga, un pequeño y retirado pueblo de 300 habitantes en el partido de San Andrés de Giles.
“En este lugar suceden cosas mágicas”, dice Lucas Coarasa en una de las mesas de su restaurante Almacén CT & Cia, en Azcuénaga, un pequeño y retirado pueblo de 300 habitantes en el partido de San Andrés de Giles. Pionera, la familia Coarasa logró imponerlo como destino gastronómico con una propuesta única: los sábados por la noche ofrecen un menú 100% con productos de mar.
La esquina, Casa Terrén y Compañía, data de 1885 y fue el antiguo almacén de ramos generales del pueblo. Por acá pasó toda la historia de esta localidad. Enfrente se ve la estación de tren (de 1880) por donde bajaba Julio Argentino Roca para pasar unos días en su estancia La Argentina y aquí se reunieron por última vez Juan Manuel de Rosas y Facundo Quiroga. Hoy es un punto de encuentro de vecinos que venden sus artesanías y productos, panificados, conservas y recuerdos.
“Y pasan cosas mágicas”, vuelve a ratificar Coarasa. El actual restaurante, que siempre tuvo rango de pequeña fortaleza comercial y cultural en Azcuénaga, fue la locación que eligió Alberto Migré para sus novelas y para algunas que marcaron altos picos de rating en la televisión, como “La Extraña Dama” y “Ricos y Famosos”.
“Nos hace muy diferentes, ofrecer productos de mar en un pueblo donde el agua más cercana es la del río Areco”, cuenta Coarasa.
Todo se explica por los lazos familiares y el amor por generar una conexión con el terruño. De sangre aragonesa, el padre de Lucas era hijo de españoles de aquella región y se crio en el campo pero los veranos iba a Mar del Plata para probar paellas, mejillones, pescados y gambas al ajillo. Siempre iba el sábado a la noche. “En cada plato está nuestro padre”, dice Lucas.
El mar está a 500 kilómetros de distancia de este pueblo de calles de tierra y arboladas. Pero todos los jueves llega desde Mar del Plata la pesca del día y todo lo que se ofrecerá el sábado. “Todas aquellas personas de la zona que no pueden ir al mar, vienen, se transformó en un clásico”, dice Lucas. Nada más ilustrativo para proyectar el poder de fantasía que produce la cocina, y determinados productos que abren las puertas de los buenos recuerdos.
“Acá se apagan los celulares y se produce el encuentro, revalorizamos mucho la importancia de la sobremesa”, dice Lucas. El restaurante es un templo que le rinde culto a la amistad, pero también a la amabilidad en espacios. Todo es grande. Tiene varios salones, y una galería. Al igual que las porciones que se ven en las mesas, todo tiene una explicación, y es simple.
“Somos diez hermanos”, dice muy suelto Coarasa. Se ríe cuando recuerda las comidas de su madre. “Hacía una montaña de milanesas”, afirma. Su padre, fanático del mar, esperaba los veranos para ir a Mar del Plata y allí iban en caravana los diez hermanos, el matrimonio, con la asistencia de dos empleadas. “Papá se volvía loco por los mariscos y la comida de mar”, confiesa Coarasa.
Menú marino
“Todo eso nos lo transmitió a nosotros”, dice Coarasa. En el menú de los sábados, la esquina campera se vuelve marina. La carta es una oda al gusto familiar, y común a gran parte del gusto argentino con respecto al recetario de cantina portuaria. Picada de mar, con mejillones, camarones, cornalitos, calamarettis. Luego rabas, gambas al ajillo, y el soliloquio del Atlántico se cierra con camarones apanados y calamarettis doré.
Aunque es lo que lo vuelve diferente, el restaurante tiene un menú que ennoblece la cocina rural, guiso de mondongo de cordero, carré de cerdo, lasaña de cuatro pisos, sorrentinos de osobuco y salsa de hongos de pino, “asado de domingo” bife de chorizo y un soberano en la carta: el pernil de cerdo que lleva una cocción de diez horas, tesoros del recetario familiar. Nota aquí.
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Milo J
Milo J en Vélez: una noche para cantar lo que duele
Entre emoción, raíces folklóricas y pulso urbano, el rapero de Morón debutó en el estadio de Liniers ante 50 mil personas con un show atravesado por la memoria, los afectos y una ambición artística que cruza generaciones.
Sentado en una silla de madera como en el living de su casa, Milo J mira al cielo y se emociona. Piensa en los que ya no están. Y no puede creer estar frente a 50 mil personas en un estadio de Vélez repleto que canta a los gritos cada una de sus canciones, incluso las del nuevo disco, La vida era más corta (2025). “Este es un momento especial porque voy a conectar con el cielo. Esta canción se la dedique a mi abuela Norma y tuve el honor de hacerla junto a Silvio”, dijo antes de “Luciérnagas”, una de las canciones más emotivas y profundas del disco. La misma emoción lo invadió un rato antes, cuando cantó “Niño”, un aire de chacarera que trata sobre la muerte, uno de sus tópicos de cabecera. En ese momento, el joven rapero y compositor de Morón no logró contener las lágrimas y la mitad de la canción la terminó cantando el público.
Entre la sensibilidad telúrica del folklore y el delirio del trap transcurrió el primer Vélez de Milo J –que repetirá este viernes- en la calurosa noche del jueves. Con una puesta escénica que evocaba el espíritu La Salamanca –una cueva mítica en el monte donde habitan brujas y demonios- y a las raíces de la música argentina, el músico abrió el recital con “Bajo de la piel”, una canción que habla sobre las cicatrices del tiempo y que dialoga tanto con los tambores rioplatenses como con los bombos del noroeste argentino. En ese cruce constante se encuentra la música de Milo J: una mezcla orgánica entre los ritmos y paisajes de este territorio y los sonidos e instrumentos de la música urbana. Un claro ejemplo fue la segunda canción, “Solifican12”, un carnavalito sintético que lo emparenta con la escena de folklore digital del sello ZZK.
En este punto se explica el amplio alcance generacional de su música. Si bien su obra predominantemente conecta con un público joven de su generación, también logra conmover a públicos de generaciones anteriores. En los rincones de Vélez, por ejemplo, se veían tanto niños de seis años con sus padres y madres como adolescentes de 18 a 25 años. Incluso una generación rockera pos 35 disfruta de la música del pibe de Morón. Con tres discos publicados, dos EPs y varias canciones sueltas, Milo J encontró una voz propia en la música argentina y sigue forjándose un camino que parece no tener techo. “No tengo palabras para expresar lo agradecido que estoy. Es uno de los días más felices de mi vida. No quiero llorar pero me está costando”, dijo antes de “Niño”. Nota aquí.
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Huerga & Fierro
50 años de Huerga & Fierro: “Hay otros que editan con pajarita: nuestra apuesta ha sido la heterodoxia”
Charo Fierro y Antonio Huerga comenzaron a publicar desde un puesto en el Rastro madrileño antes de la Movida. En su catálogo: Leopoldo María Panero, Francisco Umbral, Fernando Savater, Ouka Leele y un largo etcétera.
Antonio Huerga (Cartagena, 69 años) era “un jipi melenudo, hablaba mucho, un encantador de serpientes”, según le recuerda Charo Fierro (Audanzas del Valle, León, 65 años). Fue hace 50 años, cuando le conoció y fundaron una editorial, por las fechas en las que murió Franco. Huerga, sentado al lado, sigue hablando mucho y encantando serpientes, ahora lleva el pelo corto, aunque todavía con un estilo new wave bastante chulo: “Entonces se produjo una explosión de creatividad e ideologías”, cuenta. En aquel caldo de cultivo contracultural y ácrata comenzaron como Ediciones Libertarias; desde los noventa son Huerga & Fierro Editores.
— ¿Son ustedes anarquistas?
—¡No se puede decir que uno es anarquista!— responden a coro, como si fuese algo que hubieran puntualizado miles de veces.— Se es o no se es, y en todo caso, eso te lo tienen que decir los demás.
La conexión entre ambos surge de un pueblo leonés, Audanzas del Valle, el pueblo de Fierro y del padre de Huerga, que iba a casa de la familia de Charo a regalar libros a sus hermanos. “Algunos autores que admiramos como Julio Llamazares, Antonio Colinas o Juan Carlos Mestre conocen el León bucólico, pero nosotros somos gente del páramo, de la tierra más árida”, dice Fierro con cierto orgullo. Pero su encuentro en carne y hueso sucedió en Madrid, entre la universidad y aquel Rastro de la época que se ha convertido en un lugar mitológico. “Entonces permitían vender libros en el suelo, libros combativos, como ahora hacen los top manta con otros productos”, cuenta Huerga. Se editaban panfletos y fanzines (al menos así se llamarían más tarde) como los que distribuían artistas como Ceesepe, El Hortelano o Agus. “¡O la Banda de Moebius!”, añade Fierro, en referencia a la pequeña editorial underground de la época. Luego, como todo el mundo, se iban a tomar algo a la cervecería La Bobia.
La Movida: no nos ponemos de acuerdo en si fue algo transgresor o una celebración del hedonismo neoliberal de los niños bien. “A mí la Movida me resultó bien, aunque tantos hayan renegado de ella”, zanja Huerga. “Ahora hay una mayoría de la juventud que no se implica en nada”, añade Fierro. Cuentan con verdadero horror que han recibido becarios que no conocen a Federico García Lorca.
Huerga y Fierro llevan cinco decenios editando, y no solo editando, sino manteniendo un proyecto de vida en común en el que han criado a cinco hijos. Uno de ellos, Óscar Antonio, trabaja en la editorial, otro, Antonio Benicio, tiene la suya propia: Los Libros del Mississippi. Pertenecen, por cierto, a la misma generación que otros proyectos que ahora cumplen el medio siglo, como la editorial de poesía Hiperión o la librería Rafael Alberti. Reciben en su sede, donde se amontonan los ejemplares y tienen espacio para eventos, cerca de la glorieta de Embajadores, Madrid. Allí cuentan su historia a dos voces que se interrumpen, se contradicen o se complementan, según el caso. Siguen peleando como una pequeña editorial independiente nacida antes de que se hablara tanto de independencia, que le da a todo, pero con especial cariño a la poesía. “Somos editores orquesta, sabemos ejercer en todos los puestos”, dice Fierro.
Se amontonan las anécdotas. Conocieron la piscina donde Paco Umbral arrojaba los libros que le disgustaban, en su dacha de Majadahonda. Asistieron a las tertulias de Agustín García Calvo, incluso antes de que se celebraran en el Ateneo, cuando eran en cafés como La Aurora o La Manuela. Presenciaron, el día que falleció, el cuerpo inerte de Juan Benet. Leopoldo María Panero se pasaba por su oficina, cuando estaba en la Gran Vía, compartiendo piso con la de British Airways. Todos ellos publicaron en su editorial. Panero, de hecho, les dejó un poemario póstumo, La mentira es una flor, antes de morir en 2020.
También fue crucial Fernando Savater, con hasta cinco libros, cuando navegaba las aguas libertarias. “Ahora no coincidimos ideológicamente con Savater, pero sigue siendo amigo: fue uno de nuestros grandes apoyos”, dicen. Eran otros tiempos: “Muchas veces no hacía falta ni contrato, hacíamos un acuerdo verbal”, recuerdan. Aquel era, claro, otro Madrid. “No había redes sociales, pero nos comunicábamos de puta madre”, dice Huerga, “antes venían a las cosas 200 personas, por el boca a oreja, ahora no juntas ni a 10”. Nota aquí.
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David Tagger & Maggie Cullen
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Amaia
“Me encanta ser famosita, pero no famosa. Creo que no tendría la capacidad de sobrellevar mucha más popularidad”
La cantante, flamante embajadora de Tous, querría detener el tiempo. “Estoy en un momento perfecto”, dice. No exagera. Comenzará 2026 con una nueva gira, convierte en hits canciones antitemazos y no necesita apellidos. Si abrimos los ojos, Amaia es muy real
Pregunta. Precisamente el vídeo de Aralar es una conexión con sus raíces y con el folclore vasco.
Respuesta. Aunque la canción se llama así, la sierra de Aralar es solamente una inspiración para esta canción, que sirve para construir todo ese universo imaginario, tanto sonoro como visual. Siempre tengo Pamplona y Navarra muy presentes, siento mucha vinculación y cariño. El videoclip fue gracias a Daniel 2000 y a Olimpic, que es un estudio de animación y 3D que hace cosas increíbles. Me siento muy privilegiada de haber podido colaborar con ellos. Creo que es mi mejor videoclip.
P. Tan importante es su tierra que arranca su gira el 3 de enero en Pamplona, y la cierra el 20 de diciembre en su actual hogar, Barcelona.
R. Me hace mucha ilusión arrancar en mi ciudad. Cuando visualizo ese concierto, me emociono. Desde pequeña he soñado despierta cuando ponía una canción e imaginaba que la cantaba en alto delante de todo el colegio, ante todos los alumnos, el chico que te gusta… Ese sueño se ha hecho realidad.
P. Cuando la gente se quedó sin habla durante el comienzo de Tengo un pensamiento, demostró ser un público maravilloso que maneja además el humor, porque le hace muchos memes que usted integra en sus actuaciones.
R. Es gente muy respetuosa: cuando hay que callarse, se calla y cuando hay que animarse, se anima. Cada vez que empiezo Despedida, que es una canción que dedico a mi abuela, me gusta dar un pequeño discurso. Y el otro día, en un concierto antes de cantarla, me vino a la cabeza el meme que inmortaliza el momento en el que alguien gritó “¡Amaia, una alegre!” y lo comenté. A la gente le hizo muchísima gracia. En el escenario me gusta pensar que estoy con una amiga.
P. Con ese adiós ya ha vivido su primera muerte cercana. También ha experimentado su primer gran amor y desamor… ¿Le ayuda la música a asimilar lo vivido?
R. A veces es mi terapia y otras, no. En ocasiones, un día random, conectas con una emoción pasada. Todavía no he descubierto qué es lo que me inspira, pero cuando siento ese impulso de componer, la música sí es terapéutica, porque te das cuenta de que esa emoción no la estabas asimilando y al convertirla en canción, asumes y superas de alguna manera lo que tenías dentro. Eso es precioso. Otras veces no sale y se queda ahí esa emoción… ¡Pero ya saldrá!
P. Tengo un pensamiento no tiene madera de hit habitual. ¿Por qué ha llegado a tanta gente?
R. Salió poco antes de Navidad y cuadró en ese marco en el que la gente está más sensible. No es un villancico, pero en ese momento funcionó como tal. Es una canción muy sincera, de las que te salen un día aleatorio. La primera estrofa me salió del tirón; fue mágico. Nota aquí.
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Fran Fernández
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Ramón Serrano
CINCUENTA AÑOS DESPUÉS
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Rafa Mora & Moncho Otero
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viernes, diciembre 19, 2025
Robe Iniesta
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Café de García
Cafetines de Buenos Aires: la postal casi centenaria de Villa Devoto que tienta con fabada, sidra tirada y pan dulce todo el año
El Café de García abrió sus puertas en 1927, en la esquina de Sanabria y José Pedro Varela. La construcción pertenecía al matrimonio Metodio y Carolina García, que dejó su legado en manos de sus hijos Rubén y Hugo con la condición de que trabajaran juntos. La popularidad no paró de crecer, hasta llegar a oídos de su vecino más famoso, Diego Armando Maradona
En tiempos de redes sociales, influencers, tendencias, franquicias y emprendedores cool vengo a contarles que un café se parece a una postal. Similar a esas piezas de cartón que enviábamos a familiares por correo o comprábamos con la intención de congelar para siempre una imagen, recuerdo o sensación. Hoy presento un relato sobre una cafetería de Villa Devoto. Pero no de las tantas que abrieron en los últimos años. Es una que está próxima a celebrar su primer centenario. Se trata del Café de García. Una postal de barrio.
¿Por qué digo que el Café de García es una postal que narra la historia de Villa Devoto? Por lo siguiente. A ver si coinciden conmigo.
Hacia fines del siglo XIX, esto es 300 años después de la fundación de la ciudad, las tierras que en la actualidad ocupan el barrio de Villa Devoto se mantenían despobladas. Pertenecían al partido de San Martín y recién se incorporaron a la Capital Federal en 1888. Ese mismo año, Miguel Altube, heredero del terreno y residente en Pilar, se acercó hasta el centro de la ciudad para elevar una demanda frente a las empresas ferroviarias que habían ocupado ilegalmente parte de su propiedad. La segunda intención de Altube fue poner en venta la chacra. El potencial negocio llamó la atención del empresario genovés Antonio Devoto que presidía, por entonces, el Banco Inmobiliario dedicado a la compra y venta de terrenos. ¿Cuál fue el negocio que olfateó Don Devoto? El auge económico surgido a partir de 1880 que provocó una oleada inmigratoria sin precedentes.
Los recién llegados al puerto de Buenos Aires fueron instalándose en conventillos del Centro, cercanos a sus fuentes de trabajo. Pero a partir del desarrollo ferroviario y, sobre todo, los trazados de las líneas de tranvías, comenzó la mudanza de empleados que pudieron comprarse un terrenito en barrios alejados. Se organizaron remates y loteos. Sin embargo, la falta de control urbanístico —sumado a la especulación financiera que elevó a valores urbanos los lotes periféricos— asustó a los funcionarios municipales que suspendieron todo tipo de emprendimiento en marcha hasta que los desarrolladores no presentaran planos que incluyeran el diseño de calles y la creación de espacios verdes.
Este proceso se extendió entre 1890 hasta 1904. Villa Devoto, sin embargo, se fundó en 1889. ¿Justo un año antes de que comiencen las suspensiones? ¿Cómo obtuvieron la información y se adelantaron a la medida? Pues porque el directorio del Banco Inmobiliario estaba constituido por personas muy vinculadas al ámbito político y económico. Entre ellos, accionistas de empresas de tranvías, estancieros, concesionarios de líneas ferroviarias, ingenieros constructores y el mencionado Antonio Devoto.
En enero de 1889 Devoto recibió la oferta de venta de las tierras de Altube y organizó una recorrida por la zona donde observó —como fortaleza— la cercanía de las tierras con el pueblo de Belgrano, la construcción de la estación ferroviaria y el trazado del tranvía rural.
De inmediato le encargó el proyecto de la villa a los ingenieros Carlos Buschiazzo y José Poggi quienes plantearon un esquema que rompía con la histórica grilla española. Proyectaron una gran plaza céntrica atravesada por dos diagonales, las actuales avenidas Lincoln y Fernández de Enciso. Y con manzanas longitudinales, en lugar de cuadradas, para una mejor circulación y aprovechamiento de la superficie. Presentaron los planos al municipio y el 13 de abril —desde entonces fecha fundacional del barrio— el intendente de la ciudad, Guillermo Cranwell, los aprobó. En tiempos analógicos, un auténtico trámite express.
La creación del barrio, sin embargo, no provocó su rápida ocupación. La crisis económica de 1890 ralentizó el desarrollo del lugar que recién retomó impulso una década más tarde. ¿Qué otro hecho trascendente transformó al barrio? A principios del siglo XX el gran depósito distribuidor de agua corriente construido en 1894 sobre la Avenida Córdoba dio señales de agotamiento. En 1908 se elaboró un nuevo plan de abastecimiento con la construcción de dos nuevos depósitos de reserva en los dos puntos más altos de la ciudad: Caballito y Villa Devoto. El Depósito Villa Devoto se terminó de construir en 1917. Es un edificio de características palaciegas, de estilo neorrenacimiento francés, con revoque símil piedra y remate de mansarda. Se inauguró el 1 de diciembre de 1917. Solo diez años más tarde, a cien metros, nació el Café de García. Nota aquí.
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Angela Leiva, Rodrigo Tapari & Lito Vitale
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Rodolfo Serrano
Leyendo a Campoamor
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Mikel Erentxun
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Rosana Torres
Alterio no era de método, tampoco del método
El actor, recién fallecido a los 96 años, siempre lo dijo: “Mi método a la hora de abordar un trabajo es sudor y lágrimas”
Héctor Alterio llegó a Madrid en los años setenta cuando, amenazado de muerte por la Triple A, tuvo que huir de su Argentina natal. Pero pronto fue aceptado como uno más entre la profesión actoral madrileña, hasta el punto de que no llevaba ni un año en España cuando ya iba por los sitios donde entonces un actor conseguía trabajo. El café Gijón del Paseo de Recoletos y el Dolly de la calle Príncipe. Entonces no es que no hubiera móviles. No había forma de localizar a los actores, tan dados a pensiones y a brujulear por casa de amigos.
El espectador de teatro le descubrió en el reparto de Bodas que fueron famosas del Pingajo y la Fandanga, de José María Rodríguez Méndez. A partir de ahí nunca renunció al teatro, donde se encontraba consigo mismo.
El recordado crítico teatral Eduardo Haro Tecglen, tan duro y certero siempre, se rindió ante Alterio tras ver en 2004 uno de sus trabajos más emblemáticos “Claudio es Héctor Alterio y es lo más impresionante del espectáculo”. Era sólo el primero de los elogios tras ver al actor protagonizando Yo, Claudio, de Robert Graves, bajo la dirección de José Carlos Plaza, profesional en cuyas manos se dejó caer en varias ocasiones Alterio, como en la brillante puesta en escena de La sonrisa etrusca, de José Luis Sampedro, en donde el actor y su partenaire, Julieta Serrano, brillaban con luz propia allá por 2012.
Otra de sus cumbres interpretativas la encontramos en 2009 con Dos menos, del francés Samuel Benchetrit, donde coincidió por primera vez en los escenarios con José Sacristán, con el que ya había compartido pantalla en varias ocasiones. Aquello fue un maravilloso duelo entre estos dos grandes y verlos en el escenario era uno de los grandes regalos a los que puede aspirar cualquier espectador de teatro que se precie.
Aunque también se pudo encontrar lo mismo en trabajos como El padre, de Florian Zeller, en 2016, o aquella puesta en escena argentina por los cuatro costados de El túnel de Ernesto Sábato. Sin olvidar propuestas insólitas como la que aceptó del Teatro de la Danza para representar, junto a Lola Greco, en Escorial, de Michel de Gelderode, a un rey absolutamente majareta que para Alterio estaba lleno de atractivas e inesperadas aristas para un actor.
También otro trabajo imposible de olvidar es el que realizó con Lola Herrera en la versión teatral (mucho mejor contada que la cinematográfica) de El estanque dorado, de Ernest Thompson, en 2013.
Pero entre sus muchísimos trabajos actorales es difícil olvidar una maravillosa interpretación que junto al gran actor Paco Casares hizo en 1992 en Los gatos, de Agustín Gómez Arcos, en una de las pocas piezas que se han representado de este autor ignorado y ninguneado en España y en la que se abordaba con ironía e inteligencia la intolerancia y la represión. Nota aquí.
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